Masonería en Canarias - Simbolismo masónico

Simbolismo masónico


Aspectos del simbolismo masónico

El simbolismo ha impregnado las manifestaciones humanas desde los albores de la civilización. No es arriesgado afirmar que la presencia de símbolos asociados a un grupo humano primitivo es un indicio claro del desarrollo de una actividad cultural y social en su seno.

El símbolo nace del deseo de unir lo exterior con lo interior; del deseo de comunicar conceptos imposibles de expresar en términos simples. El símbolo es una puerta a la profundización en nuestra propia existencia, una puerta que da acceso a otras estructuras de conocimiento. Desde luego, el traspaso de esa puerta requiere una clara predisposición. Esta predisposición, junto a las herramientas apropiadas para explorar esos caminos, es patrimonio de lo que se denomina "iniciado".

No se debe pensar que una persona, por el mero hecho de conocer el significado de un símbolo, se convierte en sabio o tiene acceso a verdades absolutas o cosas por el estilo. El símbolo es sólo un mecanismo útil para el ser humano interesado en la reflexión. De hecho, los verdaderos símbolos carecen de una explicación completa y clara. Si la tuvieran, dejarían de ser tales. Cabe, no obstante, indicar, a grandes rasgos, el sentido de los símbolos, como invitación a esa reflexión a la que nos hemos referido. Y eso es lo que vamos a mostrar aquí, respecto a los principales símbolos de la masonería.

A la moderna masonería se le denomina especulativa, como contraposición a la antigua u operativa. Los antiguos masones eran albañiles y arquitectos que se ocupaban de la construcción de edificios. Tenían sus secretos y sus normas de funcionamiento gremial. Los modernos masones no construyen edificios de piedra, sino que se ocupan de la construcción del templo que es el propio ser humano y la propia humanidad. Por esta razón, pasaron a denominarse masones especulativos.

La simbología de la moderna masonería procede de sus orígenes constructores, pero fue, podríamos decir, reformulada a principios del siglo XVIII. Por una parte, esta reformulación consistió en dotar a todos los elementos de la antigua masonería operativa de un significado estrictamente simbólico. En la masonería operativa, la escuadra, la plomada o el nivel, eran, fundamentalmente, instrumentos de trabajo propios del albañil. Tenían, sin duda, para los más avanzados miembros del gremio, un contenido simbólico adicional, que era importante. Pero, desde luego, la principal misión de un nivel era conseguir pavimentos e hileras de sillar horizontales y lo mismo cabría decir para el resto del utillaje. La catedral, el principal objeto de atención, era mucho más que un gran edificio. Era la ofrenda del hombre a Dios. Era su proyección espiritual. Pero también era, al fin y al cabo y en toda su masa y volumen, un gran edificio.

La masonería especulativa, libre de la construcción material de templos de piedra material, dirige sus esfuerzos a la construcción del templo espiritual. El templo de la masonería especulativa es simbólico; es el propio individuo masón o, alternativamente y por extensión, la propia humanidad. Los instrumentos que se necesitan, entonces, para esta construcción son también simbólicos. Una parte de la belleza del simbolismo masónico radica en que estos instrumentos remedan y están representados por herramientas materiales usadas por los antepasados masones operativos. De esta manera, la escuadra representa la rectitud de las acciones. Es el instrumento que el masón especulativo debe usar para conseguir obrar bien y con prudencia; para que sus actos sean proporcionados a lo necesario y encaminados a la estabilidad. El masón especulativo trabaja sobre la piedra bruta, irregular, como lo haría un cantero. Pero ahora, la piedra bruta es él mismo. Su objetivo es pulir esa piedra hasta transformarla en un cubo perfecto y pulido que encaje en el edificio completo de la humanidad. Para este trabajo utiliza el mazo de la fuerza y la determinación y el cincel de la precisión y la razón.

La redefinición de los instrumentos de construcción, para transformarlos en simbólicos, es una parte de la reformulación realizada por la masonería especulativa. La otra, es la introducción de múltiples elementos procedentes de otras tradiciones e incluso de genuina elaboración propia. Las tradiciones pitagórica, gnóstica, hebrea, cabalística, alquímica y también la ya mencionada egipcia, forman la base y la estructura de su edificio metafísico. Determinados pasajes del Antiguo Testamento, entre los que desataca la construcción del Templo de Salomón, constituyen el elemento básico principal. Pero la Geometría, con su simbolismo pitagórico, es omnipresente. "Que nadie pase si no es Geómetra", dice una de las máximas masónicas, refiriéndose al lugar donde se realizan los trabajos rituales.

Los anteriores son algunos de los elementos esenciales. Pero hay más rasgos de la práctica masónica que debemos considerar. En Salamanca, en la sede del Archivo Histórico Nacional, se puede visitar la reconstrucción de un taller masónico; es decir, del interior de una logia. Reproducimos aquí una fotografía. Los elementos que allí se muestran, a modo de museo, fueron incautados a la masonería durante la guerra civil española de 1936. Esta exposición de material masónico tiene su origen en el deseo del General Franco de desprestigiar a la institución masónica. Quizá por esta razón añadio los tres encapuchados del fondo, que no son propios de las reuniones masónicas, puesto que los masones se identifican y reconocen explícitamente entre sí. Pero la cuestión que nos interesa es que nada de lo que decora el templo es casual. Excepto los encapuchados, todos los elementos y todas las proporciones tienen una razón de ser y representan o simbolizan algo. El color rojo de las paredes, las columnas, el pavimento, el número de escalones, las proporciones del conjunto y todos y cada uno del resto de los elementos, incluyendo su orientación, tienen un significado. El mismo taller, el templo masónico, tiene un simbolismo fundamental, en el que debemos detenernos un momento.

 

Simbolismo solsticial en la Masonería y en otras tradiciones

Los solsticios constituyen uno de los símbolos centrales de la masonería. Están asociados al propio templo masónico, en el que los masones realizan, a puerta cerrada, sus trabajos. Representa al universo, en el que cabe toda la humanidad. El techo representa el cielo y está decorado con las constelaciones del zodiaco. El suelo está cubierto por un pavimento de baldosas blancas y negras dispuestas alternativamente. Simboliza la Tierra. Las cuatro paredes del templo son los cuatro puntos cardinales. El templo está simbólicamente orientado y, a menudo, también físicamente, según esos cuatro puntos cardinales. En otras palabras, el templo masónico tiene que ver con la Tierra y el Cosmos; con la salida y la puesta del Sol, y con el ciclo estacional, que, también él, encierra un profundo simbolismo relacionado con la vida y la muerte y la generación de la primera a través de la segunda. Una de las máximas más importantes de la francmasonería dice: “Visita interiora terrae; rectificando invenies occultum lapidem” (“visita el interior de la Tierra; rectificando, hallarás la piedra oculta”). De claro origen alquimista, esta idea es la que se representa en el templo. El Sol, en su ciclo diurno, “visita el interior de la Tierra” durante la noche y “renace” al día siguiente, iluminando con la “luz del conocimiento”. La idea está también presente en el ciclo estacional: el Sol se debilita y se hunde en la Tierra durante el invierno y renace poderoso en la primavera. El simbolismo respecto al ciclo vida-muerte es ahora más marcado. La vida se apaga durante el invierno para renacer con fuerza en el ciclo siguiente, con el Sol. Es una idea tan vieja como el hombre y que se recoge de una forma u otra en el simbolismo y ritual de casi todas la religiones conocidas.

La importancia simbólica de los solsticios se refleja en muchas tradiciones de distintas culturas de todas las épocas y rincones del mundo. Para la tradición cristiana este proceso es clave en su simbolismo. El cristianismo coloca en el solsticio de invierno el nacimiento de su figura central, Jesucristo, cuya misión es de redención del alma humana; es decir, de salvación de la humanidad hacia una vida espiritual superior. Además, sitúa la festividad de San Juan Bautista en el solsticio de verano. San Juan Bautista entrega el relevo a Jesucristo. "Preciso es que él crezca y yo mengüe" dice el primero hablando del segundo, según el evangelio de San Juan. Por otra parte, la festividad cristiana correspondiente al solsticio de invierno es la de San Juan Evangelista. Es decir, alguien que da cuenta de los hechos de Jesucristo y lo alaba.

En la tradición hindú, los solsticios representan las puertas del cosmos. Son la puerta de los hombres y la puerta de los dioses, que se atraviesan superados determinados niveles iniciáticos. Poseen también este papel de puertas del cosmos en la tradición pitagórica y en la tradición latina de Jano. Sus dos rostros, dirigidos en sentidos contrarios, miran hacia el pasado y hacia el futuro. Jano era también el dios que abría y cerraba las puertas del ciclo anual. El mes de Enero, januarius en latín, toma su nombre de Jano. Es el mes que comienza justo tras el solsticio de invierno. En la antigüedad comenzaba, de hecho, en el solsticio. La fecha fue posteriormente desplazada para ajustar errores, acumulados en el tiempo, en las festividades cristianas. Es significativo el hecho de que Jano presidiera los Collegia Fabrorum; las organizaciones depositarias de las iniciaciones ligadas a la práctica de los oficios en el imperio romano, que pueden considerarse las antecesoras de los gremios medievales. Estos Collegia Fabrorum celebraban sus festividades en honor de Jano, en los dos solsticios y esta tradición parece haberse incorporado a la cristiana, que sustituye las dos caras de Jano por los dos San Juanes: el de invierno y el de verano.

Los solsticios son las principales fiestas masónicas. No sólo por su relación con el ciclo vida-muerte, sino también por el simbolismo, que hemos mencionado, relativo a los límites de crecimiento y decrecimiento, en relación con el proceso iniciático. Resulta, por otra parte, natural que San Juan Bautista y San Juan Evangelista sean los patronos de la masonería, heredera de aquellos Collegia Fabrorum. El simbolismo solsticial es tan importante en la masonería que los masones denominan a sus templos "logias de San Juan". No es de extrañar si tenemos en cuenta que esos templos representan, como hemos dicho, el cosmos, simbólicamente delimitado por los solsticios.