El Día, 12 de junio de 2005

EL TEMPLO MASÓNICO, UNA JOYA QUE SE PIERDE
Un templo que habla de historia

El templo masónico llama la atención de los chicharreros desde hace muchos años al pasar por la calle San Lucas, pero, como suele ocurrir con todo lo que rodea a la masonería, aparece impregnado de un cierto áurea de misterio y secretismo. El Ayuntamiento de Santa Cruz, propietario del edificio desde hace cuatro años, está decidido a rehabilitarlo como patrimonio de la ciudad que es y ante ello se hace necesario explicar a los vecinos la importancia, la raigambre histórica y el profundo significado simbólico de este inmueble tan especial.

EL DÍA invitó a la mesa de debate a Antonio Bello Paz, teniente de alcalde, como representante municipal y protagonista directo de la compra del templo al Mando Militar, su dueño anterior. Junto a él estuvo el catedrático de la Universidad de La Laguna Manuel de Paz Sánchez, el mayor experto en la masonería de Canarias y seguramente de toda España.

No faltó a la cita una voz imprescindible, la de los propios masones, en la figura de Javier Bonales, que habló en nombre de la Gran Logia Simbólica de España y en representación autorizada de la Logia de Canarias.

Por último, intervino José Miguel Márquez Zárate, arquitecto y prestigioso técnico, experto en la rehabilitación del patrimonio histórico como ha demostrado, por ejemplo, en la iglesia matriz de La Concepción, que ha recibido el encargo directo del alcalde de elaborar un informe sobre el estado actual del edificio.

Manuel de Paz apuntó que "el templo de la Logia Añaza es un elemento fundamental en el patrimonio histórico de Santa Cruz, de Canarias y de España porque es el único que queda en el país tras el derribo de los de Gijón y Las Palma. El previsto en Madrid, en Príncipe XII, no llegó a construirse por el inicio de la Guerra Civil, aunque se conservan los planos de diseño neoclásico".

De Paz añadió que "se trata de una edificación peculiar, de gran valor histórico y sentimental, con una decoración en la fachada que también es única en España, con el frontón representando el ojo que todo lo ve y motivos egipcios como Horus, las esfinges, nenúfares y vegetación propia del Nilo, que podría representar a Ra, el Sol". Para el profesor palmero, "en la ciudad no abundan edificios civiles de este calado y podría habilitarse un centro de visitantes o de estudio. Como masonólogo, lo que me interesa es que se conserve esta parte fundamental del patrimonio de Canarias y de los ciudadanos de Santa Cruz".

Javier Bonales planteó que "este edificio no se debe perder nunca, no sólo para los masones sino para el disfrute de toda la ciudad. Su rehabilitación propiciara las visitas de masones de todo el mundo y los intercambios. Sería ideal un uso cultural como una biblioteca o un museo, además de masónico, por supuesto. El templo de la calle San Lucas es parte de la historia de los chicharreros y de todos los canarios. Estamos dispuestos a colaborar en todo con el ayuntamiento para la reconstrucción y el regreso a los orígenes".

Antonio Bello explicó cómo se adquirió el edificio: "La gestión se hizo con el último capitán general, el chicharrero Ramón Izquierdo. Tras varias visitas al templo comprobamos que estaba muy deteriorado. Tras realizar contactos con Defensa se estableció el acuerdo para adquirir un edificio de 500 metros cuadrados de superficie, construido en el período 1899-1904 por Manuel de Cámara, arquitecto municipal, que no era masón, por cierto. Tras publicarse este asunto, fueron muchos los masones que se dirigieron a nosotros para pedirnos que adquiriéramos y rehabilitáramos el inmueble. La primera valoración fue de 79 millones de pesetas y pensamos esperar a que se sacara a subasta, pero desistimos porque los expertos nos informaron de que el 70% de los turistas ingleses o alemanes que nos visitan son masones y cualquiera podría adquirir el edificio y darle otro uso".

Bello señaló que "abonamos una primera entrega al Banco de España de 19 millones de pesetas que salieron de una partida que no había utilizado la Concejalía de Obras e Infraestructura". "La operación de compra se realizó en un tiempo récord de 24 horas. Es más, ni los mismos concejales de Economía y Urbanismo tenían conocimiento de la misma porque, tras la primera negociación con el Mando Militar, fue el alcalde el que lo consultó con los entonces portavoces de los grupos municipal de PP, José Emilio García Gómez, y del PSOE, Emilio Fresco". Antonio Bello, el único concejal del ayuntamiento que ha estado en todos los mandatos desde la instauración de la democracia, destacó la peculiaridad de este inmueble: "El templo masón es el único de toda España que fue construido con la preceptiva licencia municipal".

El arquitecto José Miguel Márquez Zárate, uno de los expertos más relevantes de Canarias en cuanto a patrimonio se refiere, definió el templo masónico como "una construcción interesante que plasma de forma mensurable conceptos inconmensurables". Desde hace unos años, recibió el encargo del alcalde de Santa Cruz para que elaborara un estudio que, a través de catas, permitiera conocer el estado del edificio, un informe previo para que luego las administraciones convoquen el preceptivo concurso para la realización del proyecto de rehabilitación del inmueble y la consiguiente adjudicación de la obra.

Interpelado sobre el estado de la edificación, Márquez Zárate dijo que no hay riesgo de desplome y hasta fue optimista sobre la recuperación de su estructura horizontal, construida con unos materiales que se pueden consolidar, o de los frescos sobre los que se repintó. Este templo, para Márquez Zárate una transposición del misterio infinito, sufrió algunas variaciones durante los casi 70 años de ocupación militar. "Según elevaban el nivel de confort y atendiendo a las exigencias sanitarias, se procedió a instar una red de saneamiento, lo que provocó heridas en el pavimento del salón de Tenidas, sin obviar, por ejemplo, la supresión del fresco de esa sala, sustituido por un falso techo".

Márquez Zárate recuerda que la declaración BIC vela por la protección patrimonial

El arquitecto José Miguel Márquez Zárate, a quien el catedrático de Historia Manuel de Paz definió como "un poeta de la arquitectura", recordó que, gracias a la declaración de Bien de Interés Cultural del templo masónico, "se ha colocado una protección que garantizará sus características patrimoniales y que nos da tranquilidad porque no se va a perder este monumento".

Manuel de Paz, al igual que Javier Bonales, apostó por la necesidad de impulsar el proceso de rehabilitación, aunque ambos reconocieron la necesidad de que se concluya el estudio minucioso en el que está inmerso ahora Márquez Zárate y que permitirá desmenuzar los atractivos y valores arquitectónicos de la construcción. El arquitecto dejó claro que esta edificación, que realza la figura del gran arquitecto universal, no deja ningún cabo suelto. Es más, explicó que cada pieza ocupa un lugar específico y atiende a un criterio arquitecto. Así, señaló que si se traza una línea imaginaria entre los vértices inferiores de la fachada y el punto más alto de la edificación se consigue un triángulo equilátero perfecto, al margen de un sinfín de símbolos que, intrínsecamente vinculados con la masonería, se descubren en las proporciones de la construcción.

Bello Paz recordó que el templo masón supuso una inversión de 20.008 pesetas y para su financiación se hizo necesaria hasta la venta de rifas, añadió el historiador Manuel de Paz, algunas de ellas al precio de 1,5 pesetas, recordó Javier Bonales.

Bonales valoró que el templo, aunque no esté abierto, constituye un punto de obligada visita para los masones que llegan a Santa Cruz, "y que siempre se trasladan a la calle de San Lucas".

El teniente de alcalde tuvo palabras de reconocimiento para la aportación altruista de la masonería en favor de la ciudadanía de Santa Cruz, como lo demuestra no sólo la construcción de este templo masónico, que acogió hasta una escuela gratuita haciendo efectiva la divisa de fraternidad, igualdad y libertad, sino hasta la cesión del actual Centro de Formación Ireneo González, un complejo que fue donado por los masones al pueblo de Santa Cruz al precio de una peseta, con el único compromiso de que se garantizara la formación gratuita. "Dado el incremento de la población, el ayuntamiento lo cedió al Ministerio de Cultura para el desarrollo de las actividades para el que fue concebido, hasta que fue recuperado por el ayuntamiento, manteniendo los mismos fines".

Una vez culmine la tasación que encomendó el alcalde al arquitecto José Miguel Márquez Zárate, tanto el historiador, como el representante de la Gran Logia Simbólica de España y el teniente de alcalde apostaron por que el templo masónico albergue exposiciones permanentes, incluso parte de los fondos documentales y hasta que pueda ser utilizado para los actos principales de la masonería.

Con independencia a ese proceso de rehabilitación que deberán emprender las administraciones públicas, José Miguel Márquez Zárate apostó por recuperar el ambiente del inmueble, incluyendo toda la simbología masónica, desde el color de la fachada, que debería ser negra o blanca, al mobiliario interior, para lo que no se descartaría acudir a Escocia.

El debate permitió tirar por tierra la leyenda urbana de que la cámara de reflexiones, emplazada en la gruta inferior del templo, era una salida utilizada por los masones en su escape hacia el puerto. "Si eso fuera así, ya se hubiera descubierto cuando se realizaron los aparcamientos subterráneos a la altura de la plaza del Príncipe", comentó el teniente de alcalde Antonio Bello Paz.


El ojo que todo lo ve
Expuesto desde hace muchos años a la curiosidad de vecinos y visitantes de la ciudad, el edificio de la calle San Lucas espera que lleguen mejores tiempos en los que lucir de nuevo sus galas de antaño.


J.D. MÉNDEZ/H. GONAR, Tenerife

El templo masónico de la calle de San Lucas fue construido entre 1899 y 1902, según el proyecto del arquitecto municipal Manuel de Cámara, cuya financiación corrió a cargo de la logia de Añaza número 125.

El 8 de noviembre de 1895, coincidiendo con la creación de dicha logia, se constituyen dos comisiones, una formada por García Rodríguez, Díaz Curbelo y Torres Rodríguez, que es la que se encarga adquirir el templo. De forma simultánea a la tramitación de la nueva obra, se alquila el edificio que ocupaba el número 47 de la calle de La Curva (hoy, Candelaria), para la actividad masónica, un contrato que se formaliza en 1896. De forma paralela se trabaja en la adquisición del solar de la calle San Lucas, con una superficie de 552 metros cuadrados. Sólo el precio del suelo ascendió a 2.008 pesetas. El presupuesto inicial fue de 15.000 pesetas, sin incluir el frontis ni la verja de cerramiento. Finalmente, la obra se elevó a 20.008 pesetas, repartidas en doscientas acciones. El proyecto de Manuel de Cámara y Cruz solicitó su licencia municipal el 12 de octubre de 1900, siendo aprobado 12 días después.

Antes de que su uso fuera a parar a manos militares, esta zona acogió la enseñanza que impartió la llamada Escuela de Añaza.

El 15 de septiembre de 1936, en el primer decreto contra la masonería dictado por el General Franco, este inmueble es requisado y cedido a la Falange española, que llegó a cobrar a los visitantes que quisieran visitar la Sala de Reflexiones. Poco después, se convertiría en el almacén de la farmacia militar, actividad que se compaginó después con una óptica para el Ejército, mientras en la parte superior se habilitó como acuartelamiento para soldados hasta que en 1990 quedara cerrado hasta la fecha.

Tanto el historiador Manuel de Paz como el arquitecto José Miguel de Zárate definieron este templo como un edificio de inspiración egipcia único en España por sus singularidades, entre las que se incluyen paralelismos con templos escoceses. Entre sus piezas singulares destaca la misma escalinata de entrada, que simboliza el proceso de iniciación masónica. Cuatro efigies, dos columnas y un dintel con el símbolo de la deidad egipcia Horus custodian el paso al interior de la casona, presidida por un frontispicio triangular, representación máxima de la masonería. En su interior, se distribuye el templo en sí, la cámara de reflexión y la sala de banquetes, además de una escalera que conduce a ninguna parte y que se empleaba en el rito iniciático. Tan sólo el retranqueo de la misma fachada es una llamada de atención al transeúnte de la calle.